Libertad y confianza

Finlandia siempre ha sido un referente para el resto de Europa y, me atrevería a decir, del resto del mundo. De alguna forma, los políticos y entendidos en educación nos intentan hacer ver que la enseñanza en el país escandinavo no necesariamente tiene que ser una utopía y que sus casi impecables resultados en los informes PISA son alcanzables para los pobres docentes del sur del continente. Pues bien, yo diría que no.


La primera sensación al entrar a un Instituto finlandés es que te adentras a un centro de alto rendimiento que intenta exprimir al máximo las posibilidades de los alumnos desde una perspectiva relajada y de libertad. Espacios abiertos, zonas de conversación y recreo, aulas espaciosas y de disposición cambiante, modernos recursos tecnológicos… En definitiva, un
lugar en el que se percibe calidad y en el que se cuida hasta el más mínimo detalle. 


Esos mínimos detalles son pensados siempre para favorecer el bienestar del alumno. El estudiante es el centro del sistema, la pieza clave que se protege, se cuida… y se escucha. Nos sorprendemos cuando el director del centro nos dice que los alumnos decidieron parte del
mobiliario de las aulas.


Si tuviésemos que decidir qué dos aspectos el sistema otorga a un alumno de bachillerato en Finlandia, probablemente serían libertad y confianza. Además de elegir las sillas de las aulas, el alumno decide su horario de clase, la distribución y el tipo de materias obligatorias y optativas
a lo largo de los dos o tres cursos que dura el bachillerato, libertad para entrar y salir del aula, para usar los móviles, tabletas u ordenadores, incluso para elegir el profesor que quiere tener. Las paredes de algunas zonas comunes del centro se curvan como reflejo de esa idea dinámica y moldeable. Dar al alumno la posibilidad de hacer en cada momento lo que sienta.




No obstante, lo más llamativo no es su capacidad de elección, es la confianza depositada en ellos. En España resulta imposible imaginar aulas con futbolines, con PlayStation, zonas con sofás, horas libres u horarios a medida. En Finlandia, sin embargo, la confianza en que los
alumnos van a cumplir con los objetivos didácticos establecidos en el tiempo marcado es absoluta. No entienden de suspensos, de abandono escolar, ni tan siquiera de repetir curso enestos niveles porque, y aquí está la principal diferencia, nadie ve el instituto y el aprendizaje
académico como una obligación, lo entienden como una necesidad importante en su desarrollo personal y social.


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